martes, 23 de abril de 2013

Abandonada.

Abrís la puerta, agotada, cada minuto que respiraste el día te ardió, dolió, te lastimó. Ves el armario vacío, su ropa no está. Hace mucho que no está. La cama vacía ya no parece tan grande, de vez en cuando llamas a algún suplente sediento que tape el hueco y disimule el vacío que dejó. Pero hoy, ahora, ese vacío ya no es una falta, una carencia, es parte de la decoración, ya es habitual y hasta agradable. Ya no duele, ya no lastima. Esta el vacío y no él, pero ya no importa, ya no te quema esa falencia,  esa huida cobarde, ya no. Sólo está ahí, ahora forma parte de vos sin lastimarte, dejándote ser, liberándote a un nuevo amanecer.

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